Aladino frota su rocola

De: Francisco Santana

01 19 am

Categoría: retratos

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Su historia reciente dice que cantaba en un escenario italiano para diez mil personas. Aladino daba el concierto más grande en sus 30 años de artista. Entre el público había un escéptico de su música, alguien a quien, cuando vivía en Ecuador, jamás se le ocurrió comprar un cd pirata del “mago”, menos un original. Pero esa noche el escéptico se entregó a la rocola.

Se acercó a Aladino al final del concierto, le compró todos sus discos, y le dijo sin mucho aspaviento: “Yo nunca le di importancia. ¿Sabe cómo decía? ¡Sácame ese hp! ¡Quita esa música horrible! Y ahora que lo veo es tan distinto. ¿Por qué tuve que irme tan lejos para reconocer que usted valía mucho?”.

Aladino relata está anécdota y se ríe de los que se burlan de él, no les da importancia. Le han dicho borracho, marihuanero, feo. Lo llaman a su casa y le dicen: “quisiera comprar todos tus discos para que no cantes nunca más hijodeputa”. Pero él se alza de hombros. Permanece.

Su trayectoria lo respalda: ha grabado 500 canciones, escrito otras 70 y tocado en más de tres mil conciertos, en Ecuador y en el extranjero. En los años 80 llenaba coliseos, ahora les canta a los migrantes y ha tocado hasta en Alaska, “donde solo van los pingüinos”. Y asegura que es capaz de cantar 6 horas sin parar.

Pero no siempre fue Aladino. Nació hace 54 años como Norberto Enrique Vargas Mármol. Fue un niño pobre que se crió en la miseria del barrio Cristo del Consuelo, y que para ayudar a su madre y sus hermanos (sus padres se divorciaron cuando era pequeño) tuvo que rebuscárselas de betunero, gasfitero, vendedor de velas en las iglesias, cargador de agua y más.


Mientras tanto cantaba. En la escuela, en el colegio, en todas partes. “Me llevé el primer lugar del tercer festival del colegio Vicente Rocafuerte”. El premio era una orden de grabación. Intentó grabar y le dijeron: “El grupo no vale, pero tú sí”. Replicó: “Si no es con el grupo no grabo”. Pero había hambre, también hermanos. “Grabé en radio Carrera Juvenil”, recuerda, mientras sirve un jugo -que él mismo prepara- en la sala de su casa, en el norte de Guayaquil. Está solo, ya que su esposa y tres de sus hijos viven en Estados Unidos desde 2005.

Grabó un disco sencillo con las baladas El lobo de la madrugada y Verdadero amor. “No pegó ”, dice. En ese tiempo Los Errantes, Bodega, Jinsop o Los Ranas vendían 40 mil, 50, 80 y hasta 100 mil copias. El desconocido Norberto Mármol vendió apenas dos mil. Le dijeron que se dedicara a otra cosa. No se quebró.

Junta las manos y reflexiona que la vida es un hueco, pero solo del último no se sale. Él sobrevivió.

Anduvo la ciudad con su carpeta bajo el brazo, buscando un chance. En el recorrido conoció a Pablo Aníbal Vela, El Rey de la Cantera, un personaje clave en su despegue. Lo encontró en radio Noticia La Fabulosa, mientras pedía trabajo de contador. “Me preguntó: ‘¿tú sabes manejar la consola?’ Yo no sabía ni qué era una perilla. Pero quería trabajar, porque ya venía en camino mi primera hija. Le dije que sí”.

Aprendió como pudo y empezó. Cuando vio que El Rey andaba en la onda de las drogas no le gustó. “Me dijo: tú eres zanahoria y veteraba. Le dije: sí, yo soy así, no tomo ni fumo, y así me respetó”. Pronto se dio cuenta de que las frases que El Rey decía por la radio (“mami, pecosa, colorada infiel”) podían pegar dentro de sus canciones. Grabó un casete y se lo entregó a El Rey. A este le gustó tanto que empezó a pasar su música en repetidas ocasiones. “La gente no paraba de llamar para pedir mis canciones”, recuerda risueño.

El Rey lo bautizó como El trovador del manglar. Ese mote duró poco y el Mago de la Rocola se impuso. Y entonces su frase: “Para ti, colorada súper infiel, por el daño que me hiciste”, se introdujo en la memoria popular. Metió duro su música. Era 1977.

Luego la historia dirá que las disqueras le rogaban para contratarlo. Pero fiel a su palabra firmó con Ifesa, y hasta le pagaron regalías. Su consagración llegó con el éxito Mujer bolera. Ahí empezó la locura de Aladino. Grabó 18 CD, 13 long plays y 70 discos pequeños. Ganó un disco de oro en serio, y muchos otros de oro lavado. “De esos que se les sale el oro cuando los mojas”, finaliza sin revancha.

Texto publicado en El Telégrafo, 2009

 

 

Texto publicado en El Telégrafo, 2009

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